Con un lenguaje sin argumentos, el estadista no puede gobernar, el científico no puede comunicar sus descubrimientos, los juristas y los hombres comunes entran en conflictos constantes al no ponerse de acuerdo en las ideas recibidas; en otras palabras, necesitan entender los argumentos esgrimidos durante el desarrollo de sus discursos. ¿Cuántos? y, ¿cuáles clases de argumentos existen? ¿En qué consisten? ¿Cómo se emplean en el derecho? Son preguntas que el autor responde a lo largo de este libro porque, de acuerdo con su disertación: "Ha llegado el momento de que la autoridad -administrativa o jurisdiccional-, emplee de manera adecuada los distintos argumentos explorados en la lógica jurídica y dé consistencia a todos sus razonamientos, que finalmente constituyan un discurso jurídico que marque el cierre democrático a los conflictos sociales."